jueves, 3 de abril de 2014

Temas del sorteo | 2. Anorexia y bulimia

Podríamos definirlas, en conjunto, como una de las grandes epidemias que afectan a la salud y, en muchas ocasiones, la vida de jóvenes y adolescentes, primordialmente, del mundo y la cultura occidental en la que se concede una importancia excesiva al aspecto físico. Esto, sin lugar a dudas, causa infinidad de descontento con el propio cuerpo y puede llegar a causar graves síntomas en la autoestima, llegando a degenerar en depresión e incluso en suicidio (ya sea por algún tipo de acoso por parte de compañeros del colegio (bulling), del trabajo (mobbing) o desconocidos, o por la propia bajada de autoestima).

Antes de hablar en profundidad sobre estos trastornos, nos gustaría reflexionar sobre nuestra cultura, los medios de comunicación y sus cánones de belleza y la adolescencia.

Parece que los primeros casos de anorexia nerviosa y bulimia se empezaron a dar en los años 80 y, desde entonces, no han dejado de ser especialmente frecuentes en culturas de países desarrollados y en la adolescencia.
Los medios de comunicación, por su parte, no ayudan a combatir estos grandes problemas sino que lo único que consiguen es inflarlos a base de su constante mensaje de cómo debe ser una persona para ser considerada atractiva y de éxito. Estos mensajes suelen ir dirigidos especialmente a mujeres.
La belleza física aparece siempre asociada a un mayor éxito profesional, social y personal: casi todos conocemos los nombres de las top-models, pero a casi nadie le suenan los nombres de mujeres con logros personales tan importantes como descubrir tratamientos eficaces para una enfermedad o defender los
derechos humanos. Las librerías, los programas de televisión, las películas nos ofrecen abundantes modelos de cuerpo ideal que no son de ningún modo ideales: primero porque muchas veces los modelos son montajes de varias fotos retocadas y no existen en la realidad; y segundo, porque es subestimar a las personas el condenarlas al éxito o al fracaso por uno solo de sus múltiples atributos, el aspecto, que además es una de las características más determinadas genéticamente y por lo tanto menos controlable (talla y peso). De la misma forma que se nos recuerda cómo debemos ser (altos, estilizados, guapos, vestidos a la última) se nos sugiere cómo podemos conseguirlo: dietas "milagrosas", operaciones de cirugía estética, productos de belleza y ropa de esa que llevan las escuálidas modelos que vemos en los desfiles. Estas propuestas que se nos ofrecen son caras y casi nunca se nos dan alternativas saludables (hacer ejercicio, tener una dieta equilibrada o simplemente dejar de preocuparnos en exceso y enfermizamente por nuestro aspecto físico). 
Lo que se necesita es una renovación de valores y de conductas, no una renovación de cremas y dietas "milagrosas". Necesitamos, sobre todo, definir lo atractivo con parámetros más amplios, para que la mayoría de las personas, y no sólo una pequeñísima parte, pueda sentirse bien con su apariencia personal. Necesitamos poner énfasis en otras características (ingenio, integridad, talento, inteligencia, sentido del humor...) a la hora de evaluar la valía de las personas.

Pero, ¿por qué los adolescentes son los más vulnerables? No es muy difícil identificar algunos de los factores de riesgo: una gran sensibilidad a la opinión de los demás, una cierta inseguridad respecto a lo que les gusta, cambios físicos que les hacen dudar de su aspecto, tiempo libre para consumir mucha televisión y ser el blanco favorito de la publicidad...

Prácticamente todo el mundo tiene algún motivo de queja relacionado con su cuerpo, algún rasgo o alguna parte que le resulta desagradable y trata de disimular. Esto no es nada patológico. Al contrario, una de las mejores cosas que podemos hacer para mejorar nuestro aspecto es conocer nuestros defectillos y tratar de que no se noten demasiado, a la vez que conocemos nuestros puntos fuertes y sabemos resaltarlos. En este sentido los chicos y las chicas difieren bastante: mientras que ellos suelen evaluar sus cuerpos de forma realista, las chicas se ven habitualmente como más gordas y menos atractivas de lo que las ven los demás. Su queja más frecuente es acerca de la grasa, que se acumula en mayor proporción desde la pubertad como parte del proceso de desarrollo natural. Esta distorsión de la imagen incrementada en las chicas se debe en gran medida a razones sociales y educativas, por ello, os dejamos con algunas reflexiones para sentiros mejor con vuestro cuerpo:
  • Cuando te mires al espejo, asegúrate de percibir qué es lo que te gusta de tu apariencia y recuérdatelo.
  • Rompe el hábito de comparar tu apariencia con la de los demás.
  • No comentes o critiques la apariencia de los demás.
  • Aprende a vestirte cómodamente, antes que a la moda.
  • Cuando conozcas a otros, céntrate en algo concreto al margen de tu apariencia: esfuérzate por ser interesante, ingenioso, simpático y una persona que sabe escuchar.
  • Huye de aquellos medios de comunicación que te hacen sentir mal con tu cuerpo y tu aspecto.
  • Elogia a las personas por otras razones que no sean la apariencia física.
  • Aprende a valorarte a ti mismo por otras cosas que no sean tu apariencia.

Ahora sí, empezamos:

¿Qué es la anorexia nerviosa?

Se trata de un desorden alimenticio y psicológico a la vez. Esta condición va más allá del control del peso: el enfermo inicia un régimen alimenticio para perder peso hasta que esto se convierte en un símbolo de poder y control. De esta forma, el individuo llega al borde de la inanición con el objetivo de sentir dominio sobre su propio cuerpo. Esta obsesión es similar a una adicción a cualquier tipo de droga o sustancia. Hoy en día, se registran 4 casos de anorexia por cada mil personas.

Las características esenciales de este trastorno son la distorsión de la imagen corporal, sin reconocer el progreso de la delgadez y el sentimiento general de ineficacia personal. 
Al principio es sólo una cuestión de grados lo que diferencia al anoréxica/o de los demás: ante un fracaso o siguiendo el consejo de un/a amigo/a surge el deseo de perder peso. Se ponen a dieta y se convierten en grandes expertos/as en el mundo de la dietética, siguiendo unas consignas mucho más duras y rígidas que las de sus amigos/as. Cuando las demás han dejado de hacer dieta, la persona con anorexia continúa. La gente le dice que está muy flaca y, a ella, le encanta oírlo. Le gusta animarse a seguir perdiendo más peso aún. Comienza a desarrollar hábitos alimentarios particulares y rígidos: sólo come determinados alimentos en determinadas cantidades, parte la comida en pequeños trozos y la separa... Aunque tenga hambre es tal el miedo a dejarse llevar que siente la necesidad de mitigar sus efectos y evitar el aumento de peso bebiendo mucho agua, utilizando laxantes o vómitos o realizando una actividad física exagerada. Todas estas conductas anómalas se acentúan a medida que progresa la enfermedad, al igual que las complicaciones físicas: la inanición vuelve al organismo mucho más vulnerable a infecciones, problemas gastrointestinales o hipotermia. Se pierde la menstruación, el pelo se cae, la piel se seca y pierde color. A nivel psicológico aparecen síntomas de depresión, cambios de carácter y distorsión en la imagen corporal que suele ir acompañada de una negación del problema. Siguen viéndose gordos/as a pesar de estar escuálidos/as o siguen expresando una gran insatisfacción con su cuerpo y su imagen. Su cuerpo se ha convertido en la definición de su valía como personas y a pesar del estricto control que ejercen sobre él, siguen sin gustarse.

¿Cuáles son sus causas?

Actualmente no existe una causa única para la anorexia nerviosa, aunque las investigaciones han arrojado ciertas pistas en el campo médico y psicológico. Al igual que en la bulimia, las causas de la anorexia son múltiples y difíciles de valorar. Todas ellas, tanto las individuales como las familiares, sociales y culturales, deben tenerse en cuenta de cara a un tratamiento. Hay muchos enfoques distintos pero todos ellos señalan dos fases en el tratamiento de este problema: como primer paso debe recuperarse el peso a través de una realimentación controlada médicamente. La recuperación física trae consigo una mejora en algunos aspectos psicológicos como la percepción de la imagen corporal o la obsesión por el peso. Una vez que el estado físico ha mejorado, el tratamiento se centra en los pensamientos, sentimientos y conductas que resultan poco adaptativos. Se trata de mejorar la autoestima y de estimular nuevas formas de expresar sentimientos y valorarse a sí mismo, reconciliando a la persona con su cuerpo y sus necesidades.

Algunos expertos creen que esta enfermedad se origina en las altas demandas de la familia y la sociedad: el ciclo destructivo comienza con la presión que el individuo siente por ser delgado y atractivo (tal y como contábamos al principio de este artículo sobre la cultura, los medios de comunicación y sus cánones de belleza). El problema se centra, entonces, en una baja autoestima.

Para otros investigadores, la anorexia nace a raíz de otro problema. Este tipo de desorden podría desarrollarse en cierto tipo de familias disfuncionales, ya observadas anteriormente en casos de pacientes anoréxicos. En ellas, los miembros se vuelven tan interdependientes que no pueden alcanzar su identidad como seres individuales. Parte de esta disfunción se traduce en un miedo a crecer por parte de los niños de la familia. Entonces, especialmente las niñas, comienzan una dieta para evitar que sus cuerpos se desarrollen.
A pesar de que las causas orgánicas aún no están identificadas, hay cierta evidencia de que parte de la disfunción se origina en el hipotálamo, una parte del cerebro que regula los procesos metabólicos.

¿Cuál es el diagnóstico?

La anorexia nerviosa es un desorden difícil de diagnosticar debido a que el paciente esconde y niega su condición de enfermo. Rara vez el individuo anoréxico buscará ayuda pues la pérdida de peso en sí no es vista como un problema. 
El diagnóstico actual se realiza solamente cuando aparecen otras complicaciones médicas como la amenorrea (pérdida y suspensión de la menstruación) o problemas gástricos y se basa en cuatro criterios básicos:
  • La negación del individuo a mantener el peso del cuerpo cercano a su ideal, según su estatura y edad.
  • Un miedo intenso a engordar, aunque el peso sea inferior a lo normal.
  • La auto percepción se distorsiona y el individuo no reconoce o asume la extrema pérdida de peso.
  • Finalmente, en mujeres que ya tienen su ciclo menstrual, existe una alta probabilidad de amenorrea.
¿Cuál es su tratamiento?

El tratamiento va mucho más allá de la recuperación del peso perdido. Paralelamente a una alimentación nutritiva, el individuo deberá someterse a una terapia psiquiátrica. Esto implica que el tratamiento puede ser guiado tanto por un médico clínico, como por un psicólogo. En los casos más extremos, el paciente deberá ser hospitalizado.

El tratamiento consiste en que el médico psiquiatra haga un diagnóstico del estado físico y mental de la persona enferma, y según el resultado aconsejará un tratamiento ambulatorio o su ingreso en un hospital o clínica. Esta terapia psiquiátrica consiste en corregir las anomalías metabólicas y normalizar la alimentación, junto con un tratamiento psiquiátrico y psicoterapéutico. La familia y personas íntimas de la enferma también deben recibir orientación y ayuda.

Consecuencias físicas
  • Corazones pequeños
Niñas de 17 años con corazones del tamaño de una de siete. Quedarse, literalmente, en los huesos está provocando alteraciones en el funcionamiento y en el tamaño del corazón. Los expertos desconocen aún si la recuperación del peso devolverá la normalidad al funcionamiento cardíaco.
  • Niñas menopáusicas
La amenorrea (pérdida de la menstruación) es uno de los tres síntomas que sirven para el diagnóstico de la anorexia nerviosa. Dicha pérdida ha sido asociada, junto a un aumento de los niveles de ciertas hormonas, como el cortisol (hormona esteroidea que se libera como respuesta al estrés y a un nivel bajo de glucocorticoides en la sangre. Sus funciones principales son incrementar el nivel de azúcar en la sangre a través de la gluconeogénesis, suprimir el sistema inmunológico y ayudar al metabolismo de grasas, proteínas y carbohidratos. Además, disminuye la formación ósea), con la aparición de osteoporosis.

Dos años de seguimiento de 42 pacientes han servido para constatar que existía una pérdida de densidad ósea, no recuperable ni con un año de tratamiento con estrógenos.



Bulimia nerviosa, ¿qué es?

La palabra bulimia significa "hambre de buey" y procede del griego boulimos (bous: buey; limos: hambre). Para las personas con bulimia, que afecta diez veces más a las mujeres que a los hombres, la comida es una adicción placentera y autodestructiva, por ello se trata de un desorden alimenticio.
Esta enfermedad se caracteriza por episodios secretos de excesiva ingestión de alimentos, seguidos por métodos inapropiados para controlar el peso como el vómito autoinducido, el abuso de laxantes o diuréticos y la realización de ejercicios demasiado exigentes para el cuerpo. 
En un 70% de los casos este trastorno está acompañado de anorexia (bulimarexia) y en un 30% se manifiesta como bulimia pura. La principal diferencia radica en que en la bulimarexia no sólo no hay adicción a los alimentos, sino que hay un rechazo expreso, intercalado de atracones esporádicos. El acceso de bulimia o atracón se inicia con una sensación de hambre voraz e incontenible, con preferencia por los dulces y otros alimentos de alto valor calórico. La frecuencia de los atracones es muy variada y los enfermos pueden darse varios en el mismo día durante varios días seguidos. Con los atracones suelen sobrepasar las 5.000 calorías diarias. Hay bulímicos que han llegado a superar en un día las 25.000 y alguno ha muerto por dilatación aguda de estómago. 
La bulimia está considerada como una enfermedad invisible porque puede pasar mucho tiempo sin que el entorno del enfermo la perciba.

Este trastorno se caracteriza por la sensación de pérdida de control sobre la cantidad de alimento que uno toma
Algunos de sus síntomas son los atracones frecuentes con sentimientos de tristeza y culpa, vómitos posteriores a un atracón, esconder alimentos y comer a escondidas, historia de dietas y fluctuaciones importantes en el peso, y preocupación extrema por la figura y el peso. Hay personas que no se ajustan a todos estos criterios pero pueden tener pautas alimentarias bulímicas.

¿Cuáles son sus causas?

Al igual que la anorexia, no se ha logrado descubrir una causa orgánica definitiva para la bulimia. Su proceso de gestación comienza cuando existe algún grado de insatisfacción con la apariencia del cuerpo. En este caso, el individuo siempre se considerará con exceso de peso, aunque la realidad sea otra. Así, comenzará a hacer dieta y, viendo que la imagen en el espejo no cambia, la dieta se intensificará hasta llegar a las prácticas bulímicas.

Entre las causas de este problema se encuentran las experiencias de rechazo social o de fracaso que se atribuyen al peso y los consejos de los/as amigos/as. La constatación de que en nuestra cultura la delgadez se considera un requisito para el éxito lleva a querer perder peso y empezar dietas estrictas que no pueden seguirse y nos hacen sentir no sólo fracasados, sino también hambrientos. Las dietas se rompen con atracones y la culpabilidad por las calorías consumidas y la posibilidad de engordar llevan al vómito.

Algunos expertos creen que esta enfermedad se origina en las altas demandas de la familia y la sociedad: el ciclo destructivo comienza con la presión que el individuo siente por ser delgado y atractivo. El problema se centra, entonces, en una baja autoestima.

El trastorno puede aparecer a cualquier edad y repetirse en diferentes momentos de la vida, generalmente inducido por acontecimientos vitales traumáticos o negativos: separación de la familia para estudiar la carrera; la segunda crisis, divorcio, perdida de un ser querido, etc.

¿Cuál es el diagnóstico?

A pesar de que la negación y secretismo complican el diagnóstico de la bulimia, existen cinco criterios básicos para identificar esta enfermedad:
  • Frecuentes episodios de ingesta abusiva de alimentos. En este caso, el paciente suele comer cada dos horas una cantidad de comida superior a la que cualquier persona normal desearía.
  • Un sentimiento de falta de control durante este episodio o, en su defecto, la sensación de que no puede evitar la necesidad de comer.
  • Además de la comida desmesurada, existe un comportamiento compensatorio inapropiado para evitar el aumento de peso. Esta conducta se traduce en el vómito auto-inducido, en el sobre uso de laxantes, diuréticos y enemas o en el exceso de ejercicios físicos.
  • Tanto el exceso de comida como las comidas compensatorias deben ocurrir al menos dos veces por semana durante tres meses.
  • El comportamiento es influenciado por la imagen corporal.
Tratamiento

Los pacientes bulímicos presentan una variedad de complicaciones médicas y psicológicas, las que son normalmente consideradas reversibles a través de un tratamiento multidisciplinario. Este puede ser liderado por un médico, un psiquiatra y, en algunos casos, por un psicólogo clínico. El objetivo primordial del tratamiento está enfocado en las necesidades físicas y psicológicas del paciente. La meta última es que la persona se acepte a sí misma y logre llevar una vida emocionalmente sana y equilibrada.

Con un tratamiento adecuado la mayoría de las personas que sufren este trastorno mejoran sensiblemente y llegan a liberarse de él. 

Los elementos básicos de un programa de tratamiento son:
  • Cuidado médico
  • Educación y apoyo
  • Planificación de un estilo de vida saludable
  • Eliminación del ciclo de atracones y purgas
  • Terapia dirigida a reforzar la autoestima y resolver problemas.
Para posibilitar una recuperación completa, una persona con bulimia debe:
  • Participar activamente en el plan de tratamiento. 
  • Completar el programa de hospitalización cuando sea necesario. 
  • Funcionar independientemente en las actividades cotidianas. 
  • Asistir regularmente a la psicoterapia individual, de grupo y/o familiar. 
  • Visitar a su internista regularmente para proteger su salud física. 
  • Demostrar aptitudes eficaces de hacer frente a las cosas. 
  • Pedir la asistencia cuando sea necesario. 
  • Ser honesto(a) con su terapeuta e internista. No retener información.
Consecuencias físicas

La obsesión con las pérdidas y ganancias de peso tiene poca incidencia en el peso real y produce efectos indeseados y peligrosos: a nivel físico deshidratación y desequilibrio electrolítico que pueden requerir hospitalización, daños en la garganta y el esófago debidos a las náuseas crónicas, trastornos estomacales y gastrointestinales producidos por los vómitos repetidos o el uso de laxantes... 
A nivel psicológico las personas con bulimia están demasiado obsesionadas con el peso y el cuerpo como para disfrutar de las relaciones sociales y de sus vidas. Todas sus energías están centradas en el peso y la comida. Comer ha dejado de ser un placer y se ha convertido en una actividad descontrolada y culpabilizadora.

Por lo tanto, estamos hablando de una enfermedad grave que puede producir serias complicaciones médicas:
  • Alteraciones digestivas: colon irritable, megacolon, reflujo gastrointestinal, hernia hiatal, perforación esofágica, dilatación y rotura gástrica, pancreatitis.
  • Alteraciones metabólicas: descenso de glucosa, cloro, calcio y potasio en sangre. Deshidratación.
  • Alteraciones cardíacas: prolapso de la válvula mitral y arritmia, con riesgo de muerte.
  • Otras alteraciones pueden ser del tipo genitales, óseas y renales.
La mortalidad es superior a la de la anorexia, falleciendo por complicaciones médicas derivadas de los "atracones", vómitos y uso de laxantes, o por suicidio.


¿Por qué se ha disparado el número de casos?

Han bastado diez años para que las cifras sobre incidencia de anorexia y bulimia en nuestro país se equiparen a las del resto de los países europeos, convirtiéndose así en la tercera enfermedad (la primera es el asma, y la segunda la obesidad) más frecuente entre los adolescentes. Ahora, aproximadamente, una de cada 100 adolescentes de entre 14 y 18 años cae en las garras de la anorexia, mientras que un 2,4% desarrolla bulimia. Y no sólo el sexo femenino (la anorexia nerviosa afecta 15 veces más a mujeres que a hombres) se está enganchando a los trastornos de la alimentación, también los varones han empezado a verse reflejados significativamente en las estadísticas.

Las investigaciones realizadas en España están aportando ya algunas respuestas al porqué de este aumento espectacular de casos, así como las razones que justifican esta alarma: los cambios sociales, un mejor diagnóstico, un nuevo comportamiento de la enfermedad y un conocimiento mayor de las consecuencias físicas de padecer trastornos de la alimentación.

Vamos a analizar algunos de estos factores:

Cambios sociales
  • La cultura de la delgadez
En las últimas dos décadas, la delgadez se ha convertido en la tarjeta de visita de todos aquellos hombres y mujeres que desean triunfar social y profesionalmente. 
Los mensajes que hacen referencia a la imagen corporal son omnipresentes y con ellos se transmite la idea de que estar delgado es el medio para obtener la felicidad y el éxito. La presión es excesiva. 
 Los anunciantes presentan modelos jóvenes anoréxicos como paradigma de deseo sexual; por otro lado, la ropa se diseña y exhibe para los cuerpos delgados a pesar de la realidad de que pocas mujeres podrían llevarlas con éxito. Aunque corren mayor riesgo las personas cuyo sentido de la autoestima se basa en su totalidad en la aprobación externa y apariencia física, pocas mujeres son inmunes a estas influencias.
  • Pérdida de hábitos alimenticios
La incorporación de la mujer al mundo laboral es otro de los factores sociales del que se están sirviendo la anorexia y la bulimia para su propagación. La ausencia de una persona que se responsabilice de los horarios de comida (un papel tradicionalmente atribuido a la madre) ha facilitado que muchos adolescentes que empezaban su tonteo con la dieta escaparan al control familiar y acabaran transformando una alimentación irregular en una enfermedad grave.
Aspectos tradicionales, como sentarse a la mesa para comer o cenar en familia están desapareciendo de las casas españolas. Este es uno de los motivos que está favoreciendo la expansión de los trastornos de la alimentación. 

Otra de las conductas rotas en los hábitos alimenticios es "la hora de la merienda". El descontrol a la hora de la merienda ha aumentado. Ahora cada uno abre la nevera y coge lo que quiere. Los niños aprenden a comer mal, de ahí que las costumbres dietéticas que transmitirán a sus hijos también serán erróneas.

Una solución a este problema es introducir una asignatura sobre nutrición en las escuelas, para que los alumnos aprendan cuáles son sus necesidades alimenticias y lleven siempre un estilo de vida sano.
  • Mejor diagnóstico
Las estadísticas no mienten: el aumento de personas que acaba desarrollando un trastorno de alimentación se ha elevado considerablemente. Algunos autores apuntan a que parte de este crecimiento se debe tanto a un mejor diagnóstico.
  • Otros factores desencadenantes
Divorcio de los padres, sobreprotección de los hijos, muerte de un familiar, antecedentes familiares de anorexia o depresión o, incluso, ser el primero o el último de los hermanos se han revelado como factores que pueden empujar a un adolescente con predisposición a sufrir un trastorno de alimentación a caer definitivamente en la telaraña de la anorexia o de la bulimia.


Para resumir

Para facilitar la comprensión de toda esta información y hacer una síntesis de lo más importante, os dejamos una tabla con los síntomas de las personas que sufren estos desórdenes alimenticios:



¿Qué hacer ante un caso de anorexia o de bulimia?

Cuando se sospeche o se sepa que una persona tiene una anorexia nerviosa o una bulimia nerviosa, se debe hacer que consulte lo antes posible con su médico de cabecera para que éste le remita a un médico psiquiatra experto o especializado en esta enfermedad. O acudir directamente a un psiquiatra de estas características.

A continuación dejamos algunos consejos de cómo actuar como padres ante alguna de estas situaciones.


Los no

  • NO sentirse culpable. No hay padres perfectos, pero sí bienintencionados. Los problemas familiares son sólo una parte de la historia de un trastorno de la ingesta, y además en cualquier caso, lo pasado es pasado. Lo importante es saber lo que puedes aportar para ayudar a tu hija/o.
  • NO permitir que la comida sea un arma.
  • NO permitir que la preocupación por el problema de tu hijo/a le reste atención a tu matrimonio y a tus otros hijos. Hacer que el trastorno sea el centro de atención refuerza y prolonga el problema.
  • NO compadecer a tu hija/o. Demuéstrale comprensión, pero no la sobreprotejas. Necesita oportunidad de ser responsable e independiente.
  • NO permitir que sea él /ella quien dictamine horarios y actividades de la familia.
  • NO intercambies roles con tu hija/o.
  • NO dejarse manipular.

Los sí

  • Demostrar a través de actos y de palabras que se le quiere y se le respeta, pero asegurándose de que entienda que tu vida también es importante.
  • Darle la oportunidad de tomar responsabilidades en la medida que esté preparada/o (sin presionar prematuramente)
  • Combatir el perfeccionismo.
  • Tratar de ser paciente y tomar cada día como se presente. Recuperarse de un trastorno de la alimentación lleva su tiempo, si pones toda la concentración en el día que esté recuperado/a, el tiempo parecerá más largo.
  • Reconocer y respetar sus ideas e ideales aunque difieran de los tuyos. Hablar con él/ella a cerca de las diferencias, pero tratándolo/a como a un adulto con el que se cambian impresiones.
  • Buscar apoyo en tu pareja o en un familiar o en un amigo cercano. Es bueno poder hablar con alguien de la preocupación o de los sentimientos que acarrea el hecho de tener un hijo/a presa de un trastorno de la alimentación.
  • Los padres deben mostrarse unidos.

¿Cómo ayudar a una persona con anorexia o bulimia?

Es importante ser honesto, directo y comprensivo. Siéntate y explica exactamente lo que has notado, sin ahorrar detalles. Dile a la persona que estás realmente preocupado por lo que pasa. Dile que te importa y que te gustaría ayudarle. Puedes decir, “me parece que quizás tengas un desorden alimenticio o problemas con la comida“. No la acuses, condenes ni le hagas confesar. Apóyale, pero no intentes ser su terapeuta.


Sugiere ayuda profesional. La mayoría de la gente responde mejor a las opciones. Puedes ofrecerle algunas: “Podrías obtener más información en un grupo de ayuda mutua“, o “Podrías pedir hora al dietista”. Ofrécete a acompañarle para obtener ayuda.


Si se resiste a ser ayudado o niega el problema, es posible que no esté preparado para admitir que tiene un problema de anorexia o bulimia. No le ayudes a negarlo con tu silencio. Habla de las cosas que observas y que te preocupan. No puedes obligarle a buscar ayuda, sin embargo, puedes indicarle a dónde puede dirigirse o llamar para pedir información; puedes incluso sugerir que empiece por hacerse un examen médico. Reafírmale que estás dispuesto a hablar del problema, pero sólo si quiere y en el momento que considere oportuno. No te pelees con él/ella por el tema de la comida o del peso. Los amigos bien intencionados, los compañeros de habitación y los miembros de la familia tienden a implicarse demasiado en los problemas de la persona con anorexia o bulimia.



Recuerda que los trastornos alimenticios se centran en temas de control y si intentas controlar a la persona enferma, siempre ganará. No intentes manipularla con sobornos, recompensas, castigos o culpabilidad. Ninguna de estas tácticas funciona. El apoyo es la clave.


Tanto si la persona está en tratamiento como si no, no cometas el error de intentar cambiar su comportamiento. Que sea ella quién lo haga. Es la única que puede cambiarlo. El cambio no será de la noche a la mañana. Si te implicas en exceso, puedes enfadarte y acabarás quemándote.

Esto es todo lo que puede hacer un amigo, aunque sea frustrante. Sólo no podrás conseguir que la persona se cure y no debes asumir esa responsabilidad tú sólo.

Si consigues que la persona se responsabilice de su comportamiento mientras la tratas con dignidad y comprensión, es mucho más probable que ésta busque ayuda e inicie el cambio.


Pautas de comportamiento familiar con la anorexia o la bulimia
  • La familia tiene que evitar temas de conversación relacionados con la comida, el aspecto físico de el paciente o la salud del mismo. Son temas que se tratan en el grupo terapéutico.
  • Los padres son las personas que deciden los menús diarios, deben abstenerse de preguntar al paciente su opinión sobre este tema.
  • Ignorar los comentarios o protestas del paciente respecto a cantidades o contenidos antes, durante y después de las comidas.
  • Procurar variar los menús, para que el paciente esté mejor nutrido y evitar que pueda acogerse a determinados alimentos que pueda llegar a ritualizar.
  • Si existen diferencias de opinión entre los miembros de la familia (respecto al trastorno), discutirlos fuera de la presencia del paciente, o posponerlo para plantearlos en el grupo terapéutico de familias o ante su terapeuta.
Medidas preventivas

Además, os damos estas tres medidas preventivas que habría que tener en cuenta:
  1. Evitar la comida rápida, bollería industrial y golosinas, alimentos que deben ser excepción y no costumbre.
  2. Valorar a los hijos sin tener en cuenta su peso. Si hay que modificar hábitos alimenticios, se hará sin observaciones negativas.
  3. Reforzar la autoestima de los enfermos.

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