domingo, 16 de febrero de 2014

Temas del sorteo | 1. ¿El fin de las relaciones interpersonales? Adicciones y las redes sociales.

“La dependencia al móvil, es un fenómeno social” afirma el psicólogo Javier Garcés.

Un tercio de la vida de las personas se consume en actividades digitales.

El uso de las nuevas tecnología, más que verse como una moda, debe limitarse y restringirse con urgencia.

Han sido muchas las películas, sobre todo del género de ciencia ficción, que instaban a saber que lo que uno posee puede acabar por poseer su vida. Desde un pequeño robot que cuida con amor, la única planta que alberga vida en el devastado planeta Tierra, hasta otras protagonizadas por quizá un menos tierno Stalone, que advertían, que se perdería lo más bonito de la vida. Incluso un genio como Albert Einstein ya advertía: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Todo apunta que ese día ya ha llegado.

A pesar de la crisis económica que gobierna, los datos afirman que la venta de teléfonos inteligentes va en aumento. Quizá sea una anestesia que evade de la realidad "tan dura" que impera, quizá aleje del sufrimiento que provoca la soledad y así se pueda sentir que no se está aislado en este mundo cada vez más globalizado. Mediante las redes sociales cada vez es más fácil entablar relaciones, se elimina el miedo a las apariencias, las primeras impresiones, la falta de aceptación o de reconocimiento de nuestros semejantes. Parece que la epidemia del uso masivo de los teléfonos inteligentes aumenta y las barreras que tanto separaban y se habían derribado, se construyen de nuevo, generando una crisis de valores en las relaciones interpersonales.

Al buscar en las reminiscencias del pasado, se ve el gran cambio, donde antes se solía jugar en los parques con otros niños, a menudo aprovechando cualquier atisbo de la imaginación para crear castillos en el aire y princesas de largas y densas melenas, ahora están las nuevas modas en tecnología que hacen que cada vez los niños accedan a edades más tempranas a ellas, dejando a un lado su creatividad y los juegos en grupo. ¿Afectará esto a su desarrollo cerebral? El Parlamento Europeo dio a conocer hace unos meses un estudio que desalienta la fabricación de móviles con detalles para llamar la atención de los niños, como colores y juegos electrónicos, por entenderse que su uso produce daños neurológicos y afecta al desarrollo evolutivo y los resultados escolares de los niños hasta la preadolescencia. El aumento de niños que utiliza teléfonos móviles es exacerbado.
Los expertos advierten, el uso de la nueva tecnología, más que verse como una moda o como un elemento que sitúa dentro del imaginario social colectivo y que mantiene a todos en la “onda”, debe limitarse y restringirse con urgencia, en el caso de los menores, los padres deben tomar el control sobre los aparatos electrónicos que compran a sus hijos y sobre todo analizar el peligro que estos puedan ocasionarles en un futuro no muy lejano.


En 1973 Martin Cooper dio vida al primer teléfono móvil, inspirado en el comunicador que el Capitán Kirk usaba en la serie Star Trek, decidió así que los teléfonos móviles debían ser lo suficientemente pequeños como para ser portátiles. Fue en la compañía Motorola donde desarrolló el primer prototipo al ser nombrado director Corporativo de Investigación y Desarrollo. Se llamaba DynaTAC y su batería tenía una duración de 35 minutos y pesaba un kilogramo, más conocido como “ladrillo”. El equipo de Cooper consiguió reducir su peso a la mitad y diez años después salió a la venta por un precio equivalente a unos 2.900 euros en la actualidad. ¡Si pudiese ver los móviles de hoy! En un principio estos dispositivos tenían una función de mejora y desarrollo social, pero su uso abusivo ha llevado a perder los pequeños detalles que hacen esta vida más dulce, como una cena en pareja, por hablar de la última tendencia de las redes sociales o de la última parodia que se ha hecho del anuncio de Navidad. Los detalles de amor, como un te quiero, el placer que combina los cinco sentidos en la lectura de un periódico impreso, se ve cada vez más amenazado por las versiones digitales, e incluso darle amor a una mascota virtual, es posible, a través de los nuevas tecnologías.

Observado con objetividad no se puede dudar que las pautas de conducta de las sociedades se han adaptado a las nuevas tecnologías. Hoy en día es difícil encontrar algún lugar que no tenga WIFI. Hasta los viajeros de metro exigían hace unos meses a la exalcaldesa de Madrid, Esperanza Aguirre, cumplir aquello que dijo, de permitir la cobertura WIFI en todas las estaciones de metro. Estar rodeado de gente que utiliza los teléfonos como un autómata y ser el único que no tiene o que respeta la presencia de los demás, puede hacer que se sienta solo aun estando rodeado de gente, esto advierte que ha sufrido al menos alguna vez pubbing. Esta práctica que cada vez gana más terreno al respeto hacia los demás, carecía de nombre hasta hace poco, que fue bautizada así en Estados Unidos.

En el año 2007 el nacimiento de los teléfonos inteligentes, daba la posibilidad de mantenerse conectado a Internet a cualquier hora y en cualquier lugar, de tal forma que se generalizó esta práctica obsesiva que muchas personas perpetúan sin ni siquiera saberlo, como un síntoma más de una neurosis compulsiva. El barbarismo pubbing, hace referencia al acto de ignorar o menospreciar la presencia de los demás, al prestar más atención al móvil u otros dispositivos electrónicos. Las plataformas virtuales que combaten este descortés hábito, muestran argumentos que eluden al protocolo más básico a la hora de sentarse a la mesa, que recrimina empezar a comer antes de que todos hayan sido servidos o coger comida del plato de otros comensales e ignorar así a quien está al lado. Los promotores de estas iniciativas aseguran que casi el 90 % de los adolescentes prefieren contactarse vía mensaje de texto que cara a cara y que los restaurantes experimentan 36 casos de pubbing en cada cena. Los datos de Sociedad de la Información reflejan que las mujeres mayores, las amas de casa y los desempleados son tres de los grupos con mayor riesgo de exclusión digital, que es la analfabetización tecnológica, es decir, no saber leer ni escribir en la era de la información.

Si salir a la calle sin móvil le llega a generar inestabilidad, agresividad e incluso dificultades de concentración, acompañado de un mal estar general, hipervigilancia, inquietud, temor a estar desconectado o aislado: sentir que el teléfono o las conversaciones mantenidas generan tranquilidad, comprobación constante de la recepción de mensajes, mails, y visitas a las aplicaciones de redes sociales, pérdida de oportunidades laborales, consulta permanente de noticias, preocupación desmedida por lo que pudiera suceder si la persona no está conectada, crisis de pánico, y hasta agorafobia, puede que usted padezca Nomofobia.

Juani Carretero, alumna de segundo de periodismo de la Universidad Rey Juan Carlos, natural de Jaén, parece ser de las pocas personas que reconoce abiertamente y sin tapujos, tener Nomofobia. Con cara de duda afirma que no sabría exactamente cómo definir esta adicción, “es algo que hace que no pueda estar sin móvil, aunque ni siquiera lo mire, pero necesito llevarlo siempre encima”. No cree que sea algo que limite su vida, ya que si no le queda más remedio lo ignora, como por ejemplo en algunas clases que los profesores no la dejan tenerlo, “lo guardo y si estoy atendiendo la verdad es que ni me acuerdo de él”, la cosa cambia cuando se aburre, lo echa en falta, como si de una persona se tratase.

Mientras sus dedos se deslizan por la pantalla del móvil con gran soltura, mira hacia la nada y afirma no poder apagarlo durante todo el día, “no aguantaría un día entero sin usarlo, lo pasaría realmente mal”. Hay “adictos” que han confesado llegar a padecer cierta psicosis, al escuchar el sonido de su móvil aunque no suene y mirar con cierto nerviosismo si es el suyo el que está sonando, pero ella reconoce contenerse en este aspecto, pasa un rato hasta que lo mira, “no está prácticamente todo el día sonando”, al final acaba por no afectarla, confiesa. Si un día lo deja en su casa, se siente perdida, le falta algo, especialmente cuando se aburre. Con un ritmo en el habla que refleja la sociabilidad de su carácter, afirma que cuando no tiene batería lo pasa realmente mal. Nunca lo ha dejado durante un día en casa, solo un rato y no por voluntad.

Los abusos siempre pasan factura, al escribir todo el día, confiesa saberse el teclado de memoria. Suele tener bastantes cosas apuntadas en el móvil, recordatorios de cumpleaños, de citas, de cosas que tiene que hacer, especialmente. “Cuando me mudé hace dos años a Madrid llevaba incluso la dirección porque aún no me lo sabía”, cuanta como anécdota esbozando una sonrisa entre sus palabras. Afirma que no suele llamar por teléfono, pero sí escribir mensajes, mira twitter, lee cosas en Internet. “Es mi medio de entretenimiento para no aburrirme mientras espero a alguien, para pasar el tiempo”. Tener móvil la mantiene unida a su familia y amigos, debido a que no están en Madrid como ella, apoya su argumento con el siguiente axioma, “soy especialmente adicta al móvil desde que me mudé a Madrid”.


“La dependencia al móvil es un fenómeno social”, afirma el psicólogo Javier Garcés, experto en psicología del Consumo y sus adicciones: “hemos creado una sociedad en la que se necesita el móvil para todo, los padres les dicen a sus hijos que les llamen cuando lleguen a algún sitio, tenemos que estar localizables en todo momento, en la calle ya no hay cabinas”. Y si esto a veces no se cumple se genera cierta desconfianza en las relaciones con los demás.

Por eso, afirma que es difícil distinguir esa dependencia social de una adicción real. “La nomofobia no está catalogada como trastorno psicológico como tal, ni siquiera lo está todavía la adicción al móvil”, aclara por su parte José Antonio Molina, psicólogo responsable de psicohealth.com, lo que no quiere decir que el cuadro de ansiedad no exista, y que dentro de unos años se trate en las consultas.

Se ha observado que aplicaciones de mensajes instantáneos, como WhatsApp o Line, aparentemente “gratuitas” están detrás del aumento de este fenómeno, especialmente entre las mujeres y los jóvenes que se sitúan en el grupo con más vulnerabilidad, ya que los problemas de adicción al móvil se dan en personas que no esperan necesariamente una llamada importante, sino en sujetos que desarrollan una relación no simbiótica con el teléfono. Los jóvenes de entre 18 y 24 años son los más propensos a padecerla. Dentro de este rango, el 8 % de los universitarios son los que más la sufren.

Según el Centro Especializado en Trastornos de Ansiedad: el 96 % de los españoles tiene móvil, cifras que se sitúan por delante a las de las grandes potencias como EE.UU, China o Francia. El 26 % de los usuarios tiene dos móviles y el 2 % tiene hasta 3 teléfonos. El 33 % de los españoles navega en Internet a través de su teléfono. Todas estas cifras hacen que nuestro país sea especialmente sensible a este tipo de nuevas ciberpatologías.

Las estadísticas asustan. Un tercio de la vida de las personas se consume en actividades digitales. El 90 % de las personas no se separa más de un metro del móvil durante las 24 horas del día. Pero este “troyano mental” se extiende internacionalmente, el 85 % de los estadounidenses preferiría no beber agua antes que renunciar al dispositivo móvil, como ya advirtió Julio Linares, consejero de Telefónica móvil y padre adoptivo del ADSL español, cuando el año pasado aseguró que la telefonía móvil “era como el agua o el aire”. No exageraba tampoco el directivo cuando describía un mundo digital en el que incluso habitantes del Tercer Mundo sin acceso al agua corriente, electricidad o alimentos, tenían un móvil a mano, lo que indica hasta dónde llega la globalización en este mundo en el que las necesidades de orden secundario arrollan con apabullante ironía a las de orden primario, en muchas ocasiones.


La pregunta que debería surgir es, qué fue antes la adicción al móvil o los problemas de ansiedad por este tipo de sociedad en la que se vive. La hipoteca, el trabajo con un futuro cada vez más incierto. Las reglas del juego del capitalismo. El autobús que no llega, el metro que se pierde, la mala cara de un compañero del trabajo, la comida rápida, la infoxicación por el bombardeo de información. La sociedad se mantiene y cambian sus estructuras e inevitablemente las personas se adaptan a ellas para no quedarse al margen del “desarrollo”.

Ya lo decía Aristóteles con su justo medio, lo extremos nunca fueron buenos, la facilidad con la que se pulsa el botón de borrar o dejar de seguir a las personas en las redes sociales, solo es un reflejo de la facilidad con la que se saca a alguien de nuestra vida, para que no vuelva a entrar. El déficit en las relaciones interpersonales que puede llegar a causar esta práctica o la violación de la intimidad, es un hecho. Es un avance estar conectado, con un perfil virtual y utilizar las posibilidades que el mundo online ofrece, pero siempre se debe respetar que esto debe apoyar a las relaciones interpersonales y no ser un sucedáneo de las mismas. Las relaciones solo existen en la cabeza y la única manera de mejorarlas es cambiar la forma en que uno se relaciona. Por mucho que evolucionen las redes sociales, la sensación que produce un abrazo o una caricia de alguien no puede ser virtual, no se puede expresar lo que sientes por chat, y un beso siempre será un beso.


Os dejamos aquí un enlace a youtube, con un corto de cosecha propia, que habla sobre las ciberpatologías, en concreto las adicciones a juegos online como el poker, y cómo se deteriora la vida de las personas que se apegan a estas situaciones.




Las adicciones y las redes sociales, un tema arduo y amplio para trabajar, esperamos que os haya gustado el enfoque que le hemos dado y que podáis disfrutarlo y darnos vuestra opinión.

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